dijous, 20 de gener del 2011

el olor de la distancia



He dejado atrás la ciudad donde nací. Pero por lo visto, ella se resiste a que me marche del todo. Es como si una parte de mí le perteneciera para siempre.

Me sigue en un tren inclinado, me ofrece su día y su noche, todas sus historias callejeras, su cableado eléctrico, su locura de grises y ventanas, sus aceras que van donde quiera que vayan mis botas inclinadas.

Mi ciudad es una ciudad golfa y transparente. Llena como la luna gris de las novelas. Los locos, o sea, todos, andamos sueltos por las calles y nadie se entromete en nuestras conversaciones solitarias. El ruido es la constante que nos conecta a un techo común e inmaterial.

Excepto los domingos, los domingos por la tarde...

Su luz es anaranjada a las seis de la mañana, amarilla a las seis y media... Pero a las siete de los lunes, se vuelve eléctrica y polvorienta, de repente, como todos nosotros.

Sé que cuando vuelva, ya no será lo mismo. Dicen que cuando una se deja besar por otros labios, los besos cambian de sabor y de acento para siempre; que sus espacios, se impregnan de nuevos aromas; que sus sonidos, se funden con otras músicas y que su corazón, que ya estaba partido, vuelve a partirse en dos, una y mil veces.

Pero entre todo eso, o al menos, eso dicen, se va quedando dentro, muy, muy adentro, un rastro inalcanzable y reconocible como un espejo. Es el olor de la distancia, un olor que te recuerda quién eres, allá donde te besan de nuevo.

Nunca pensé que se pudiera echar tanto de menos a un lugar en el mundo, aún no habiéndome pertenecido nunca, aún no habiéndole yo pertenecido jamás.

De la misma manera, nunca pensé que mi fidelidad consistiera en amar desde un único olor, el único que, paradójicamente, consigue habitarme por completo.

Los olores no se inclinan. Son.

2 comentaris:

  1. uf! nena, cuánta poesia concentrada.
    Esto hay que leerlo dos o mil veces y con una copa en la mano. Me gusta, no se si llego a entender toda su intensidad, pero me gusta.

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  2. Esperaré esa copa con mi braga de lana de tonos naranjas en el cuello y acabaremos recitando la tabla del siete, diez versos de un número sagrado. Un petó. M'alegra molt que t'agradi i que hagis vingut.

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