Lo empecé en un atobús y aunque estaba quieto y solo en mitad del camino, todo en él se movía. Se movían sus hojas de alambre, se movía el viento, se movían sus ramas...
Aparentemente, yo también estaba quieta y sola. Sin embargo, me encontraba rodeada de gente y se movía mi sangre.
Él era un pino enraizado a la tierra con raíces de olivo y apariencia perenne. Yo, algo parecido.
Los dos compartimos viaje con el pájaro. Cada uno, el suyo.
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